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El Cristo de La Habana, declarado Monumento Nacional.

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Ubicado a 50 metros sobre el nivel del mar, el Cristo de la Habana, recién declarado Monumento Nacional, se muestra vigilante arriba en la Loma de la Cabaña, popularmente llamada La Loma del Cristo por los cubanos, y en la misma entrada de la bahía habanera.

 

Fotos: Ismael Francisco/ Joel del Río.

Texto: © José Manuel Beltrán.

 

Por supuesto que no tiene la grandiosidad del Cristo de Río de Janeiro; tampoco la elegancia del de Lisboa sin embargo, tal y como expresó su escultora  en la inauguración del monumento, el día de navidad de 1.958, «esta estatua mantiene el vigor y la firmeza humana para estar siempre con los pies en la tierra».

La autora, Lilia Jilma Madera Valiente, ya se dio a conocer con el busto del padre y héroe de la patria, José Martí, que luce esplendoroso en el Pico Turquino, al este de la isla. Sin embargo es esta su segunda obra, el Cristo de La Habana, su obra más emblemática y uno de los símbolos que identifican a la ciudad también llamada por los locales como el Cristo de Casablanca, allá en la Loma del Cristo.

Han tenido que pasar largos años, casi 60, para que esta pieza de más de 20 metros de altura y de 300 toneladas de mármol blanco de Carrara, en un emplazamiento público y de gran belleza dadas las privilegiadas vistas de la ciudad, pase a ser clasificado como Monumento Nacional.

el Cristo de La Habana

Cae el anochecer sobre la ciudad y el Cristo de La Habana continúa su vigilancia.


El término de Casablanca, lugar donde se encuentra la estatua, fue en el pasado un barrio de pescadores. Ahora los marineros, los turistas que arriban a bordo de los grandes buques, nada más efectuar la entrada a puerto -a su izquierda- se encuentran con las grises piedras de los baluartes y fortalezas que defendían a la ciudad de los piratas y de los corsarios: la de los Tres Reyes del Morro, San Salvador de la Punta, la Real Fuerza y San Carlos de la Cabañas.
Sin embargo, una vez que la proa de la embarcación traspasa el faro de la fortaleza del Morro, ya dentro de la bahía, la silueta de una figura de Jesús, de pie, con una mano en el pecho y la otra en alto en clara alusión de bendecir, destaca sobremanera.
Un barco de crucero entrando en la bahía. Al fondo, la figura blanca del Cristo de La Habana.

La blanca escultura de mármol italiano también fue construida en Italia. La artista, fallecida en febrero del 2000, se llevó consigo a Italia el boceto del Cristo de tres metros de altura. Una vez finalizada, realmente son 67 grandes piezas que pesan en su conjunto 320 toneladas y que, tras dos años de trabajo y debidamente embaladas, se transportaron hasta Cuba. Si bien la altura de la escultura es de tan solo 20 metros, un triple pedestal y la propia explanada sobre la colina donde se ubica hace que alcance los 51 metros de altura sobre el nivel del mar.
El Cristo de La Habana en un acto de bendición para toda la ciudad.

Son los cubanos, más o menos creyentes, los que atribuyen al Cristo virtudes protectoras. Fijándonos en la obra, los ojos se encuentran huecos o vacíos, con la idea de que mire a todos desde cualquier lugar. Inaugurado tan solo una semana antes de la caída de la dictadura de Batista, o lo que es lo mismo del triunfo de la Revolución, lo fue gracias a su promotora, la primera dama, Martha Fernández Miranda, luego del asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957.

En un acto de desesperación, prometió erigir una imagen que pudiera ser divisada desde cualquier rincón de la ciudad si su esposo escapaba con vida. La entonces Primera Dama, encabezó la colecta que finalmente pudo reunir doscientos mil pesos.

Es una estatua plantada con vigor, firmeza, y al rostro se le imprimió serenidad y entereza como para dar imagen de alguien que tiene la certidumbre de sus ideas; no lo vi como un angelito entre nubes, sino con los pies firmes en la tierra”, fueron las palabras de la artista el día de su inauguración.
El Cristo de La Habana se ha convertido también en un atractivo turístico.

Ya mencionaba que no tiene la grandiosidad del Cristo Redentor de Río de Janeiro, en lo alto del Corcovado, pero fue por poco. Parece ser que en un acto de vanidad y alarde desmedido, algunos cubanos sugirieron que tuviese una altura de 35 metros, tres más que el de Río. Fue la propia artista la que se opuso. Hacerlo así, teniendo en cuenta la poca elevación de la colina de La Cabaña en contraprestación a del Corcovado con sus 710 metros, hubiese supuesto un verdadero desastre desde el punto de vista artístico.

El hecho es que la escultura, bendecida en Roma por el Papa Pío XII, en 1,961, sigue erguida amparando a la ciudad y sus habitantes y eso a pesar de que los rayos perforaron su cabeza en 1.961, además de otras descargas en 1.962 y 1.986. Finalmente se instaló sobre ella un pararrayos y, en 2.013, la Comisión Nacional de Monumentos le concedió el Premio Nacional de Restauración.

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